








Imagen de la Santísima Trinidad, 30 cm, Divino Padre Eterno, pintura a mano en color
Lo que tienes que saber de este producto
- El tema de la escultura es la religión.
- Dimensiones: 14 cm de ancho, 30 cm de alto y 10 cm de largo.
- Tiene una base.
- Hecho de yeso.
Características del producto
Características principales
Fabricante | Artesanato Perola |
---|---|
Modelo | Santissima |
Personaje | Trinidad |
Tipo de obra | Réplica |
Tipo de escultura | Yeso |
Color | pintura a mano |
Otros
Temática de la escultura | Religión |
---|---|
Material | Yeso |
Largo x Ancho x Altura | 10 cm x 14 cm x 30 cm |
Peso | 500 kg |
Con base | Sí |
Descripción
IMAGEN DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
ALTURA 30 CM
ANCHO 14 CM
LONGITUD 10 CM
HECHA DE YESO
COLOREADO
El misterio de la Santísima Trinidad
Las tres personas de la Santísima Trinidad son un solo Dios en tres personas distintas. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen la misma naturaleza divina, la misma grandeza, bondad y santidad. Sin embargo, a lo largo de la historia, la Iglesia ha observado que ciertas actividades son más apropiadas para una persona que para otra. La creación del mundo es más apropiada para el Padre, la redención para el Hijo y la santificación para el Espíritu Santo. Ninguna de las Tres personas trinitarias ejerce más o menos poder sobre las demás. Cada una de ellas tiene toda la divinidad, todo el poder y toda la sabiduría. Y precisamente en esta breve disertación, vemos la profundidad del misterio de la Santísima Trinidad, dada la complejidad de asimilar la magnitud de tres personas diferentes que forman un solo Dios. Se trata, por tanto, de un gran misterio, fundamental para la fe cristiana. Las Escrituras son claras acerca de la Santísima Trinidad, desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento.
La fiesta de la Santísima Trinidad es uno de los días más importantes del año litúrgico. Nosotros, como cristianos, lo celebramos, convencidos por las enseñanzas de la Iglesia, que tiene la plenitud de las verdades reveladas por Cristo. Es un dogma de fe establecido, la esencia de un solo Dios en tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es un misterio difícil de interpretar, imposible, de asimilar por las limitaciones humanas.
La Santa Iglesia ha estado enseñando el misterio de las tres personas en un solo Dios durante siglos, basándose en citas bíblicas claras y explícitas. Pero desaconseja la investigación para descifrar un misterio tan grande, dada la complejidad natural con la que avanzan las cosas sobrenaturales.
San Agustín de Hipona, un gran teólogo y doctor de la Iglesia, se esforzó por comprender a fondo este inefable misterio. Una vez paseando por la playa, completamente penetrado, pidió a Dios que le diera luz para poder desentrañar el acertijo. Hasta que se encontró con un niño jugando en la arena. Hizo un viaje corto pero repetitivo. Corría con una taza en la mano hasta un pequeño agujero hecho en la arena, y allí echaba el agua del mar; luego regresaba, llenaba la taza y la volvía a verter. Curioso, le preguntó a la niña qué pensaba hacer. La niña le dijo que quería meter toda el agua del mar dentro de ese pequeño agujero. En la que el santo le explicó que era imposible llevar a cabo el intento. Entonces el niño le dijo: Es mucho más fácil trasladar todo el océano a este agujero que entender el misterio de la Santísima Trinidad. Y el niño, que era un ángel, desapareció...
San Agustín concluyó que la mente humana es extremadamente limitada para poder asimilar la dimensión de Dios y, por mucho que se esfuerce, nunca podrá entender esta grandeza por sus propias fuerzas o por su razonamiento. Solo lo entenderemos plenamente, en la eternidad, cuando nos encontremos en el cielo con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Al participar en la Santa Misa, observamos que, desde el principio, cuando nos bendecimos, hasta el momento de la bendición trinitaria final, el sacerdote invoca constantemente a la Santísima Trinidad, especialmente durante la predicación eucarística. Las oraciones que el sacerdote pronuncia después de la consagración, que sin duda merecen ser escuchadas con atención y meditación, están dirigidas a Dios Padre, por medio de Jesucristo, en unidad con el Espíritu Santo. Y es en la misa donde los cristianos pueden vislumbrar, por la gracia del Espíritu Santo, el misterio de la Santísima Trinidad. En este momento, debemos invocar a Dios uno y trino para que aumente nuestra fe, porque sin él, será imposible creer en este misterio, un misterio de fe en sentido estricto. Incluso sin poder penetrar en su esencia, el cristiano debe simplemente creer en ella.
El misterio de la Santísima Trinidad es una de las mayores revelaciones hechas por Nuestro Señor Jesucristo. Los judíos adoran la unidad de Dios y desconocen la pluralidad de personas y su unidad sustancial. Otros pueblos adoran la multiplicidad de dioses. El cristianismo es la única religión que, por revelación de Jesús, predica que Dios es una de cada tres personas distintas:
DIOS EL PADRE: no fue creado ni engendrado. Es el principio y el fin, el principio sin principio; en sí mismo, es el Principio de la Vida, del que todo procede; tiene una comunión absoluta con el Hijo y con el Espíritu Santo. La creación del mundo se atribuye al Padre.
DIOS EL HIJO — Proviene eternamente del Padre, por quien fue engendrado, no creado. Generado por el Padre porque asumió su naturaleza humana a tiempo, para nuestra salvación. Es Eterno y consustancial con el Padre (de la misma naturaleza y sustancia). La redención del mundo se atribuye al Hijo.
DIOS ESPÍRITU SANTO — Proviene del Padre y del Hijo; es como una espiración, un soplo de amor consustancial entre el Padre y el Hijo; se puede decir que Dios en su vida íntima es amor, que se personaliza en el Espíritu Santo. Se manifestó primero en el bautismo y la transfiguración de Jesús; luego, el día de Pentecostés, con los discípulos. Habita en los corazones de los fieles con el don de la caridad. La santificación del mundo se atribuye al Espíritu Santo.
El Padre es pura paternidad, el hijo es pura filiación y el Espíritu Santo es un vínculo puro de amor. Son relaciones persistentes que, en virtud de su impulso vital, se encuentran en perfecta comunión, donde la totalidad de la Persona se abre al otro de una manera distinta. Este es el paradigma supremo de sinceridad y libertad espiritual que deben tener las relaciones interpersonales humanas, en un modelo trascendente perfecto, que solo entonces será comprensible para la comprensión humana. Así es como debemos conocer el mensaje de la Santísima Trinidad, incluso sin llegar a los secretos de su misterio. De esta manera, debemos comprometernos a adquirir ciertas actitudes en nuestras relaciones humanas. La Iglesia nos invita a glorificar a la Santísima Trinidad como manifestación de la celebración. No hay mejor manera de hacerlo que revisando nuestras relaciones con nuestros hermanos, para mejorarlas y así vivir la unidad deseada por Jesús: Que todos sean uno.