Robert McCall ha regresado. Más letal, más decidido y con un sentido de justicia aún más inflexible que en la primera entrega. “
El ecualizador 2” (2018), dirigida por Antoine Fuqua y protagonizada por Denzel Washington, muestra acción explosiva junto con una historia de venganza personal y redención, llevando al personaje a sus límites tanto físicos como emocionales.
En este artículo, nos sumergimos en los momentos de acción más memorables de la película. Desde escenas de combate brutal hasta enfrentamientos estratégicos donde McCall usa su entorno como arma, cada secuencia demuestra por qué esta saga ha logrado destacarse entre los thrillers contemporáneos.

El ecualizador 2
1. El prólogo en Turquía: Un preludio de precisión quirúrgica
La película arranca sin preámbulos, lanzándonos directamente al mundo peligroso en el que opera McCall, incluso en su supuesto retiro. A bordo de un tren que serpentea por el paisaje turco, nos encontramos con McCall en una misión aparentemente sencilla pero cargada de peligro: recuperar a la hija secuestrada de una librera estadounidense.
Lo que sigue es una clase magistral de eficiencia letal en un espacio increíblemente reducido. Observamos cómo McCall evalúa la situación con su calma característica, activando su inseparable cronómetro mental y físico. En los segundos que marca su reloj, desata un ballet de violencia controlada.
Utiliza con ingenio objetos cotidianos del vagón (una humeante taza de té, una bandeja de servicio, incluso la propia estructura del compartimento) transformándolos en instrumentos de neutralización. Cada movimiento es económico, cada golpe devastadoramente preciso. No hay florituras innecesarias, solo la aplicación brutal y calculada de la fuerza necesaria para deshabilitar a los captores.
Esta secuencia inicial no es solo acción, es una declaración de intenciones, recordándonos que McCall opera en un plano de habilidad y anticipación que roza lo sobrehumano, estableciendo perfectamente el tono implacable de la película.

2. El Incidente del Lyft: Impartiendo una lección dolorosa de respeto
Mientras intenta llevar una vida más tranquila trabajando como conductor de Lyft en Boston, la naturaleza protectora de McCall inevitablemente lo arrastra de nuevo a la acción. Tras recoger a una joven visiblemente traumatizada y llevarla al hospital, descubre que ha sido brutalmente agredida por un grupo de jóvenes ejecutivos ricos y arrogantes.
McCall decide que una simple denuncia no será suficiente. Se dirige al lujoso apartamento de los agresores, entrando con una tranquilidad casi inquietante que contrasta fuertemente con la tormenta de violencia que está a punto de desatar. En el confinado espacio del apartamento, McCall se mueve con una gracia depredadora.
La confrontación es cercana, personal y brutalmente efectiva. Utiliza el entorno inmediato y, en un momento particularmente memorable y doloroso de ver, una de las propias tarjetas de crédito de alta gama de los agresores como un arma improvisada y precisa.
Su objetivo aquí no es matar, sino infligir un nivel de dolor y humillación calculado para ser una lección inolvidable. Desmantela al grupo sistemáticamente, con una precisión casi quirúrgica, demostrando que su código de justicia, aunque extremo, busca ser proporcional a la ofensa.
Es una explosión de violencia contenida que subraya su inquebrantable compromiso con la protección de los inocentes.

3. La defensa en el patio: Protegiendo al protegido
La relación de McCall con Miles (Ashton Sanders), el joven artista con talento al que ha tomado bajo su ala, añade una capa personal importante a la película. Cuando Miles se ve acosado y amenazado por una pandilla local en el patio del complejo de apartamentos debido a su arte, McCall interviene.
Inicialmente, intenta resolver la situación con palabras, con esa autoridad tranquila pero inconfundible que posee. Sin embargo, cuando la intimidación verbal de los matones escala hacia la violencia física contra Miles, McCall cambia de registro instantáneamente.
Lo que sigue no es una pelea callejera desordenada, sino una demostración clínica de control y dominio. Enfrentándose a varios oponentes más jóvenes y agresivos, McCall los neutraliza con una eficiencia asombrosa, utilizando llaves, puntos de presión y derribos rápidos que minimizan el daño permanente pero maximizan la incapacitación inmediata.
La secuencia destaca no solo su habilidad en combate, sino también su rol como figura paterna y protectora. No se trata de una venganza personal, sino de establecer límites claros y defender a alguien a quien ha llegado a importarle, mostrando que su sentido de la justicia se aplica tanto a las grandes conspiraciones como a las injusticias cotidianas.

4. La emboscada y la dolorosa revelación
El verdadero catalizador emocional y narrativo de "El Ecualizador 2" es el brutal asesinato de Susan Plummer (Melissa Leo), la amiga más cercana de McCall y una de las pocas personas que conocía su pasado.
Su muerte no es un acto aleatorio, es un asesinato profesional que pone a McCall en un camino de investigación que lo lleva de vuelta a su antigua vida y a una confrontación con fantasmas que creía enterrados.
La tensión alcanza un punto álgido cuando McCall, siguiendo una pista, se encuentra en un coche con Dave York (Pedro Pascal), un antiguo compañero de equipo. La conversación en el vehículo está cargada de un subtexto ominoso y la atmósfera se vuelve sofocante a medida que McCall empieza a conectar las piezas y la terrible verdad de la traición comienza a emerger.
¿Cómo culmina esta escena?
Justo cuando la realización lo golpea, la emboscada se activa. La violencia estalla de forma súbita y caótica. La lucha dentro y alrededor del coche es desesperada, visceral e impulsada por el instinto de supervivencia. McCall reacciona con la ferocidad de un animal acorralado, utilizando el propio vehículo y el entorno inmediato para defenderse.
Más allá de la impresionante coreografía de acción, esta escena es fundamental por su peso emocional. Vemos la furia cruda y el dolor palpable de McCall al enfrentarse no solo a asesinos, sino a aquellos en quienes una vez confió su vida. La violencia aquí es profundamente personal, marcando un punto de inflexión irrevocable en la película.

5. Clímax cataclísmico en la tormenta
El enfrentamiento final de la película es, sencillamente, una obra maestra de acción atmosférica y tensión sostenida. McCall atrae a York y al resto del equipo de asesinos traidores a su antiguo hogar en un pueblo costero justo cuando un huracán de categoría 5 está a punto de tocar tierra.
El pueblo evacuado se convierte en un campo de batalla fantasmal y el propio huracán se transforma en el arma definitiva de McCall. El director Antoine Fuqua utiliza la furia de la naturaleza de manera excepcional: el viento aullante que ahoga los sonidos, la lluvia torrencial que reduce la visibilidad a casi cero, los escombros voladores que crean peligros constantes.
¿Cómo elimina McCall a sus enemigos?
En este caos, McCall se convierte en la tormenta dentro de la tormenta. No se enfrenta a sus enemigos de frente, los acecha, los aísla y los elimina uno por uno con una brutalidad implacable y una astucia táctica aterradora.
Utiliza el entorno de formas ingeniosas y letales: una explosión de harina cuidadosamente preparada en una panadería, un arpón disparado desde las sombras, el uso estratégico de las alturas y la oscuridad. Cada eliminación es metódica y visceral, reflejando la fría furia que alimenta su venganza por Susan.
La secuencia en la torre de vigilancia, donde finalmente confronta a York, es particularmente intensa, culminando en un duelo final que es tanto físico como profundamente psicológico, cargado con el peso de su historia compartida y la amarga realidad de la traición.
Es McCall en su versión más primitiva y letal, un depredador supremo en su elemento.

Más allá de los golpes
Lo que eleva las secuencias de acción de "El Ecualizador 2" por encima de muchas otras películas del género no es solo la coreografía o la brutalidad, sino cómo están intrínsecamente conectadas con quién es Robert McCall.
Cada enfrentamiento revela algo sobre su carácter: su inteligencia táctica superior, que le permite ver ángulos y posibilidades que otros no ven; su precisión casi inhumana, fruto de años de entrenamiento y experiencia; y, lo más importante, la profunda motivación personal que impulsa cada uno de sus actos violentos.
Ya sea protegiendo a un extraño vulnerable, guiando a un joven descarriado o cazando a aquellos que le arrebataron a un ser querido, siempre hay un porqué detrás de la violencia.
Y, por supuesto, está la imponente presencia de Denzel Washington. Él infunde a McCall una gravedad, una calma peligrosa y una intensidad latente que hacen que cada mirada y cada movimiento cuenten. Su habilidad para transmitir tanto con tan poco es lo que ancla la acción y la hace resonar mucho después de que los créditos hayan terminado.
Conclusión
"El Ecualizador 2" no solo cumple la promesa de más acción, sino que profundiza en el hombre detrás del justiciero. Sus momentos álgidos de combate son espectaculares, sí, pero también son extensiones significativas de su complejo código moral y su inquebrantable, aunque a menudo brutal, búsqueda de equilibrio en un mundo injusto.
La película ofrece un festín de secuencias de acción memorables que solidifican el lugar de Robert McCall como uno de los antihéroes más fascinantes y formidables del cine de acción moderno. Nos recuerda, una vez más, que hay ciertas líneas que simplemente no se deben cruzar, especialmente si Robert McCall está cerca.