Miranda o Nate: ¿Quién es el verdadero villano de “El diablo viste a la moda”?

Cuando de películas de moda se trata, “

El diablo viste a la moda

” (2006) sigue ocupando un lugar privilegiado. 

Basada en la novela de Lauren Weisberger, esta cinta protagonizada por Meryl Streep y Anne Hathaway no solo dejó huella en la cultura pop, sino que abrió el debate sobre ética laboral, relaciones personales y lo que uno está dispuesto a sacrificar por el éxito.

Más allá del vestuario icónico y la mirada privilegiada al mundo editorial de la moda, “El diablo viste a la moda” nos invita a la siguiente reflexión: ¿quién fue realmente el villano de la historia? ¿La implacable jefa Miranda Priestly o el novio frustrado Nate? En este artículo analizamos ambos personajes para descubrir qué hay detrás de sus acciones.

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El diablo viste a la moda

¿De qué trata “El diablo viste a la moda”?

La historia sigue a Andrea Sachs (Anne Hathaway), una joven graduada en periodismo que consigue inesperadamente un trabajo como asistente de Miranda Priestly (Meryl Streep), la temida editora de la revista de moda “Runway”. 

Andrea, que al inicio desprecia todo lo relacionado con la moda, se ve arrastrada a un mundo exigente, despiadado y obsesionado con la imagen, donde cada error se paga caro.

Con el paso del tiempo, Andy, como la apodan, empieza a transformarse, adoptando el código estético y la mentalidad de su entorno. Su evolución profesional choca con su vida personal: amistades, valores y su relación de pareja se resienten. 

El corazón del conflicto es ese: ¿vale la pena cambiar tanto por el éxito? ¿Y quién está equivocado cuando las decisiones personales afectan a los demás?

Miranda Priestly: ¿El verdadero diablo?

Desde su primera aparición, Miranda impone respeto. Su andar silencioso por los pasillos de “Runway”, su mirada desaprobatoria y sus órdenes breves pero fulminantes la presentan como una figura poderosa y temida. Pero ¿es ella realmente malvada o solo una mujer en un puesto de poder en un mundo que castiga cualquier debilidad?

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Miranda domina con mirada y presencia

Miranda exige excelencia, sí, pero también opera dentro de un sistema donde las mujeres deben ser más duras que los hombres para ser tomadas en serio. No grita, no pierde el control: manda con autoridad tranquila. 

Representa una forma de liderazgo incómoda pero eficaz. Su trato con Andy puede parecer cruel, pero también la prepara para sobrevivir en un entorno despiadado.

Un punto clave es la escena en París, donde Miranda se sincera con Andy: ella también ha tenido que pagar el precio del poder. Está a punto de divorciarse, vive rodeada de traiciones y lucha todos los días para mantenerse relevante. 

No es una villana en el sentido clásico; es un espejo de lo que Andy podría llegar a ser si sigue ese camino. ¿Eso la convierte en mala? O simplemente en una víctima más del sistema que domina el mundo de la moda (y de muchas industrias).

Nate: ¿Novio comprensivo o figura tóxica?

Durante buena parte de la película, Nate (Adrian Grenier) parece ser el ancla moral de Andy. Es chef, apasionado por su carrera, y al principio apoya el nuevo trabajo de su novia. Sin embargo, a medida que Andy se adapta a su entorno, Nate se vuelve cada vez más crítico, juzgando sus elecciones y su transformación.

Muchos espectadores han señalado que Nate representa una forma sutil de control. No puede aceptar que Andy esté creciendo profesionalmente y, en lugar de conversar abiertamente sobre sus sentimientos, adopta una actitud pasivo-agresiva. 

Se molesta porque ella llega tarde, porque cambia su vestimenta, porque tiene otras prioridades. Nunca parece celebrar sus logros y más bien le reprocha que se aleje de quien “era antes”.

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Nate exige, pero no acompaña

El punto más crítico es cuando Andy se pierde su cumpleaños por una entrega de último momento y él reacciona con desdén. No hay empatía por la presión que ella enfrenta, sino una constante expectativa de que ella se acomode a su vida. 

Cuando Andy finalmente se aleja de Miranda, Nate la recibe como si hubiera vuelto al redil. Pero ¿realmente la aceptó por quien es o solo porque renunció a sus ambiciones?

¿Quién es el verdadero villano?

Llegados a este punto, la pregunta sobre quién es el verdadero villano de “El diablo viste a la moda” se vuelve más compleja de responder de lo que aparenta en la superficie. 

Si entendemos "villano" no como el clásico antagonista malévolo, sino como aquella figura que representa el mayor obstáculo para la protagonista y su desarrollo personal, entonces tanto Miranda como Nate cumplen funciones distintas pero decisivas. 

Sin embargo, el juicio moral sobre cada uno no puede hacerse sin considerar el contexto en el que viven y las presiones que enfrentan.

¿Miranda es una antagonista o víctima del sistema?

Miranda Priestly, aunque exigente, no es injusta. Es una mujer que ha alcanzado el pináculo del poder en una industria despiadada y su forma de ejercer autoridad refleja tanto la brutalidad del sistema como las estrategias que le permitieron sobrevivir en él. 

No es cruel por placer, su dureza es un escudo y muchas veces, un espejo de lo que se espera de una mujer poderosa: que sacrifique la simpatía en pos de la eficiencia

Incluso en sus momentos más fríos, como cuando traiciona a Nigel para conservar su puesto, Miranda actúa movida por una necesidad de supervivencia profesional, no por egoísmo puro. Y al final, reconoce el talento de Andy y le da la oportunidad que cambiará su carrera, lo que matiza su aparente frialdad.

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El verdadero impulso detrás del cambio

Nate, el obstáculo disfrazado de afecto

Nate, en cambio, es un personaje que opera desde una posición más sutil. Aunque se presenta como el novio comprensivo y simpático, en realidad es quien menos respeta el crecimiento profesional de Andy

Su reacción ante el éxito de ella refleja inseguridades y una visión tradicional de las relaciones, donde el éxito femenino se percibe como una amenaza. Nate no es explícitamente manipulador, pero constantemente hace sentir a Andy que está fallando como pareja por dedicarse a su trabajo. 

Le exige que cambie por él, mientras él no se cuestiona ni evoluciona. Esto convierte su papel en algo más inquietante: no representa el sistema opresivo como Miranda, pero encarna los micro-obstáculos emocionales que muchas mujeres enfrentan cuando rompen moldes y aspiran a más.

El final de Andy: ¿Renuncia o liberación?

El desenlace de “El diablo viste a la moda” deja una pregunta abierta sobre el precio del éxito y la autenticidad de nuestras elecciones. Cuando Andy decide dejar su puesto en “Runway” (ese trabajo por el que “un millón de chicas matarían”) no lo hace como una derrota, sino como un acto de reconexión con lo que valora. 

Después de haber probado el vértigo de un mundo que la transformó exteriormente, toma conciencia de que no quiere perder su esencia en el proceso. Su renuncia, entonces, no es un rechazo al trabajo duro ni a la moda como industria, sino a una versión de sí misma que ya no reconoce.

Ese momento en París, cuando lanza el celular a la fuente y se aleja del glamour para volver a escribir sobre temas sociales, es simbólicamente fuerte: es un corte con una vida que no la hacía feliz, aunque la hiciera lucir exitosa. Andy no vuelve al punto de partida, sino que integra la experiencia en “Runway” como una etapa formativa. 

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Reconoce su aprendizaje sin perderse a sí misma

Entiende que se puede admirar a Miranda, aprender de ella y aún así no querer ser como ella. Al mismo tiempo, le da a su relación con el periodismo un nuevo significado: uno más alineado con sus ideales. Es una elección valiente, porque no cede a la presión de brillar a cualquier costo, sino que redefine su propio concepto de éxito.

Conclusión

“El diablo viste a la moda” no se sostiene por antagonismos simples. Miranda y Nate son figuras que exponen las presiones opuestas que una mujer joven enfrenta al construir su identidad. Ni uno es completamente villano ni el otro es totalmente inocente.

La verdadera lección de la película no es elegir entre carrera o amor, entre moda o autenticidad. Es entender que el verdadero conflicto está en descubrir quién queremos ser en medio de todas esas presiones. 

Andy no elige a Nate ni se convierte en Miranda. Se elige a sí misma. Y eso es lo que hace de esta historia algo más profundo que una simple comedia sobre tacones y editoras implacables.